Circulo Sagrado de Mujeres.

A las mujeres, a lo femenino sin principio ni fin, a la unión de la mujer como ser único, cuyo círculo sirve de protección y al mismo tiempo, como liberación. Este es un llamado a formar un espacio de comunicación en la que el apoyo, la comprensión y hasta la complicidad son valores esenciales, sin dejar a un lado lo sutil, lo sensual y lo maternal. Un llamado a danzar nuestros procesos en el no tiempo.

lunes, junio 29, 2009

Viva el Ocio.

Viva el Ocio. La búsqueda de la felicidad es una constante en la vida.
El universo, la naturaleza, nuestro cuerpo y mente están sustentados por un ritmo, un movimiento continuo y pulsante que se despliega y se repliega como el latido de un corazón. Todo en la naturaleza, a nivel galáctico o atómico, en lo micro o en lo macrocósmico, responde a un pulso. Este tiene dos movimientos: hacia adentro y hacia afuera. Pensemos en las olas del mar, en las estaciones del año, en el pestañeo de nuestros ojos. Todo no hace más que entonar este ritmo.

La expresión armónica e integral de cualquier existencia requiere de un equilibrio entre el movimiento hacia adentro, que es encuentro íntimo con el sí mismo, y hacia afuera, que corresponde a nuestra creatividad y expresión hacia el mundo. A nivel humano, el biorritmo constantemente nos está pidiendo que mantengamos un balance entre los tiempos que dedicamos a la actividad y al reposo, a la atención al exterior y a lo interno. Esto es la base de un buen estado de salud y quizás la primera medida necesaria para prevenir muchas enfermedades.

Una vida equilibrada en estos dos aspectos el hacia adentro y el hacia afuera eleva los niveles autoinmunes del organismo. Estamos hacia adentro cuando la conciencia se vuelca hacia uno mismo, cuando reflexionamos o simplemente nos contactamos con nuestro sentir. Los momentos hacia adentro son de silencio y de no acción; o, más bien, de una acción invisible a los ojos, que ocurre en lo íntimo del sentir y pensar. Estamos hacia afuera cuando la conciencia se ocupa de la acción, del mundo exterior y objetivo, cuando trabajamos, compramos, nos relacionamos, hablamos y realizamos todas las actividades diarias. Darles cabida en nuestro vivir a las actividades interna y externa es básico para generar armonía y creatividad.

Sin embargo, vivimos en un ritmo y en un modelo de sociedad que sobrevalora todo lo que guarda relación con el logro concreto, la acción visible, lo que podemos cuantificar, y no valora ni aprecia los tiempos dedicados al encuentro interior. Así saturamos a los niños y jóvenes de actividades visibles, exteriorizadoras, en la idea de que los tiempos vacíos, los momentos de nada engendran flojera y malos hábitos.

Baste recordar la clásica frase sobre que el ocio es la madre de todos los vicios. En ella se revela una desconfianza básica a la dinámica interior, la creencia de que solo cosas negativas brotarán de los espacios de ocio y quietud. No obstante, es justamente desde estos espacios que surgen las imágenes de un artista, las ocurrencias de un empresario, las inspiraciones vocacionales; es decir, todo aquello que es genuinamente personal.

Una vida sin reflexión, o peor aún sin autorreflexión, sin espacios de encuentro con los propios sentimientos, anhelos, contradicciones, genera expresiones débiles, sin dirección personal, y la persona se transforma en uno más del rebaño sin haber sabido jamás de las aspiraciones de su alma.
Darnos el tiempo necesario de silencio interior, apreciar y respetar estos espacios en aquellos con que vivimos, requiere de un cambio de mentalidad que nos lleve a organizar las prioridades y el uso que le damos al tiempo. Urge preguntarse cuál de todas las cosas que hacemos en el día es realmente importante y cuáles son prescindibles. Se trata de un ejercicio interesante que nos puede llevar a descubrir qué estamos haciendo de nuestras vidas.
Así de simple.
Así de importante.

Patricia May.