Poder Personal.
Los ángeles son fuerzas invisibles en nuestras vidas. Ahora también creo en un poder mayor: la energía o gracia que mueve nuestro aparentemente impersonal pero íntimamente interconectado universo. Recibimos infusiones de gracia cada día pero, sumergidos como estamos en las tareas cotidianas de ganarnos la vida y cuidar de nuestra familia y amigos, su sutil poder nos puede pasar inadvertido. La gracia unifica todo el conjunto de nuestra vida, y todas nuestras vidas colectivamente. Nos observa a todos y vendrá en nuestra ayuda si lo pedimos.
He deseado muchas veces poder convencer a otras personas de que tengan fe en esta fuerza inconmensurable e invisible que nos rodea y nos protege. Siento una gran felicidad al saber que, incluso en los peores momentos, nuestras oraciones son escuchadas y atendidas. He visto y experimentado demasiados milagros para pensar de otro modo. Como cualquier persona, he tenido que mover montañas en mi vida privada y profesional. Cuando estoy luchando con todas mis fuerzas, esforzándome sin llegar a ninguna parte, generalmente me doy cuenta de que es el momento de dar un paso atrás y recordar que: "SI tienes fe como un grano de mostaza, le dirás a esa montaña: / "Aléjate de ahí"; y ella se alejará." Como aconseja el Tao Te Ching: "Haz tu trabajo y después da un paso atrás. Ése es el único camino hacia la serenidad." No hay nada imposible cuando se tiene fe en uno mismo y en el propio propósito.
La Fe es una fuerza activa, un poder invisible, como el amor. No es simplemente una creencia en la bondad, es una creencia llevada a la acción en el momento presente. La fe nos permite adoptar una actitud positiva y de esperanza incluso ante reveses aparentemente irremediables. Dios obra de manera anónima, invisible, a través del poder de la fe, el amor y la gracia. Puede que esto obedezca a que los humanos somos demasiado entrometidos para que se nos permita presenciar una intervención divina directa. Recordemos que, en la antigua mitología, los mortales que osaban mirar directamente a un dios -que no había adoptado una forma terrenal- se volvían ciegos o locos ante la visión. Dios nos envía con frecuencia su gracia divina a través de agentes humanos que ejecutan actos de bondad no aleatorios.
Todos nacemos para asistir a la escuela terrena. Estamos en este planeta para aprender a ser seres espirituales dentro de un cuerpo físico, a adquirir conciencia de nuestro propósito superior. La vida en la tierra sólo consiste en aprender a utilizar adecuadamente el poder personal.
Dar y recibir son artes que se aprenden. De niños, primero aprendemos a dar y recibir de formas visibles: nos alimentan, nos protegen y nos abrigan, y nosotros aprendemos a alimentar, proteger, abrigar y cuidar a los demás. Cuando maduramos, llevarnos a cabo otros actos vitales de cuidado: escuchamos a nuestros amigos y seres queridos; les damos ánimos y rezamos por ellos; aprendemos a ser más eficaces en el mundo y también a fortalecer a los demás.
Aprender a utilizar el poder personal significa adquirir conciencia de qué hacemos con nuestra energía y a quién se la entregamos. "Aquellos que se superan a sí mismos son fuertes", escribió Laozi. También supone estar dispuestos a someternos a la guía divina, que generalmente se nos presenta en forma de intuición. Si encontramos nuestra brújula interior y actuamos según sus dictados, podremos desarrollar plenamente nuestro poder y cumplir la misión vital para la que nacimos. Una misión que incluye no sólo el trabajo que realizamos diariamente sino también todas las relaciones que mantenemos y a todas las personas con las que nos encontramos, todas las personas a quienes ayudamos y todas las que nos ayudan a nosotros.
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