Circulo Sagrado de Mujeres.

A las mujeres, a lo femenino sin principio ni fin, a la unión de la mujer como ser único, cuyo círculo sirve de protección y al mismo tiempo, como liberación. Este es un llamado a formar un espacio de comunicación en la que el apoyo, la comprensión y hasta la complicidad son valores esenciales, sin dejar a un lado lo sutil, lo sensual y lo maternal. Un llamado a danzar nuestros procesos en el no tiempo.

lunes, julio 16, 2012


No estás “loca”

ERES TAN SENSIBLE. ERES TAN EMOCIONAL. ESTÁS A LA DEFENSIVA. ESTÁS EXAGERANDO. CÁLMATE. RELÁJATE. ¡DEJA DE VOLVERTE LOCA! ¡ESTÁS LOCA! SÓLO ESTABA BROMEANDO, ¿NO TIENES SENTIDO DEL HUMOR? ERES TAN DRAMÁTICA. ¡SUPÉRALO!

¿TE SUENA FAMILIAR?

SI ERES UNA MUJER, PROBABLEMENTE SI.

¿Le has oido alguna vez estos comentarios a tu marido, pareja, jefe, amigos, colegas o familiares después de que hayas expresado frustración, tristeza o enojo por algo que han dicho o hecho?
Cuando alguien dice estas cosas, no es simplemente un ejemplo de conducta desconsiderada. Cuando tu marido se presenta media hora tarde a la cena sin llamar, esto sí es conducta desconsiderada. Una observación destinada a sacarte del medio como: “Cálmate, estás exagerando”, justo después de que hayas afeado el mal comportamiento de alguien, es manipulación emocional, pura y simplemente.
Y éste es el tipo de manipulación emocional del que se alimenta una epidemia en nuestra sociedad, una epidemia que define a las mujeres como locas, irracionales, demasiado sensibles o desquiciadas. Esta epidemia ayuda a alimentar la idea de que las mujeres sólo necesitan la más mínima provocación para desatar sus (locas) emociones. Es manifiestamente falso e injusto.
Creo que es hora de separar el comportamiento desconsiderado de la manipulación emocional y tenemos que utilizar una palabra que no se encuentra en nuestro vocabulario normal.
Quiero introducir un término útil para identificar estas reacciones: gaslighting.
Gaslighting es un término que es a menudo se utiliza por los profesionales de la salud mental, y yo no soy uno de ellos, para describir el comportamiento manipulador utilizado para confundir mentalmente a la gente haciéndole creer que sus reacciones están tan alejadas de la realidad que estan locas.
El término proviene de la película de MGM 1944, Luz de gas, protagonizada por Ingrid Bergman. El marido de Bergman en la película, interpretado por Charles Boyer, quiere quedarse con sus joyas. Se da cuenta de que puede lograr esto si obtiene un certificado que la declare loca y le permita ingresarla en una institución mental. Para conseguirlo, hace que el alumbrado de gas de su casa parpadee de vez en cuando intencionadamente, y cada vez que el personaje de Bergman reacciona, él le dice que son imaginaciones suyas. En este contexto, un gaslighter es una persona que presenta información falsa a la víctima para alterar la percepción que tiene de sí misma.
Hoy en día, cuando se hace referencia al término, por lo general se debe a que el autor le dice a la víctima cosas como: “Eres tan estúpida” o “Nadie te quiere”. Esta es una forma intencionada, premeditada de gaslighting, al igual que las acciones del personaje de Charles Boyer en Luz de Gas, donde estratégicamente intriga para confundir al personaje de Ingrid Bergman en la creencia de que está desquiciada.
La forma de gaslighting de la que estoy hablando no siempre es premediada o intencional, lo que es peor, porque significa que todos nosotros, especialmente las mujeres, la han sufrido en un momento u otro.
Los que practican el gaslighting crean una reacción, sea ésta ira, frustración o tristeza, en la persona que lo sufre. Entonces, cuando esa persona reacciona, el gaslighter hace que se sienta incómoda e insegura por comportarse como si sus sentimientos no fueran racionales o normales.
Mi amiga Ana (he cambiado todos los nombres para proteger su privacidad) está casada con un hombre que siente la necesidad espontánea de hacer comentarios al azar sobre su peso. Cada vez que se enoja o se frustra por sus comentarios insensibles, responde de la misma manera, terminado de hundirla: “Eres tan sensible. Sólo estoy bromeando”.
Mi amiga Abbie trabaja para un hombre que casi a diario encuentra la forma de menospreciar innecesariamente su desempeño y el producto de su trabajo. Comentarios como “¿Es que no puedes hacer algo bien?” o “¿Por qué te habré contratado?” son ya moneda corriente para ella. Su jefe no tiene problema contratando gente (lo hace regularmente), así que no hay forma de conocer la base de estos comentarios, Abbie ha trabajado para él durante seis años. Pero cada vez que se rebela y dice: “No me ayuda cuando me dice estas cosas”, obtiene la misma reacción: “Relájate, estás exagerando”.
Abbie piensa que su jefe se está comportando como un gilipollas en esos momentos, pero es la verdad, él hace esos comentarios para manipularla haciéndole pensar que sus reacciones están fuera de lugar. Y es exactamente esa clase de manipulación la que la ha hecho sentir culpable por ser sensible, y, en consecuencia, no ha dejado su trabajo.
Pero el gaslighting puede ser tan simple como que alguien sonría y diga algo como, “Eres tan sensible”, a otra persona. Este comentario puede parecer bastante inocuo, pero en ese momento, el que lo dice está haciendo un juicio sobre cómo debe sentir el otro.
Aunque no todas las mujeres tienen que hacer frente al gaslighting, todos conocemos sin duda a un montón de mujeres que se lo encuentran en el trabajo, el hogar o en las relaciones personales.
Y el acto de gaslighting no sólo afecta a las mujeres poco seguras de sí mismas. Incluso las mujeres que se hacen oir, seguras y asertivas, son vulnerables al gaslighting.
¿Por qué?
Porque las mujeres soportan el peso de nuestras neurosis. Es mucho más fácil para nosotros los hombres poner nuestra carga emocional sobre las espaldas de nuestras esposas, nuestras amigas, nuestras novias, nuestras empleadas, nuestras compañeras, que cargarlos sobre las espaldas de otros hombres.
Es mucho más fácil manipular emocionalmente a alguien que ha estado condicionada por nuestra sociedad para aceptarlo. Seguimos haciendo que las mujeres nos soporten, ya que les cuesta más resistirse. Es la última cobardía.
Independientemente de que el gaslighting sea consciente o no, se produce el mismo resultado: consigue que algunas mujeres se queden emocionalmente mudas.
Estas mujeres no son capaces de expresar con claridad a sus parejas que lo que se les dice o hace les hace daño. No pueden decirle a su jefe que su conducta es una falta de respeto y les impide hacer mejor su trabajo. No pueden decirle a sus padres que, cuando están siendo críticos de esa forma, les están haciendo más daño que bien.
Cuando estas mujeres notan algún tipo de retroceso por sus reacciones, a menudo lo arreglan diciendo: “Olvídalo, no pasa nada”.
Con ese “olvídalo” no tratan sólo de anular un pensamiento, tratan de auto-anularse. Es desgarrador.
No es de extrañar que algunas mujeres inconscientemente sean pasivamente agresivas cuando expresan ira, tristeza o frustración. Durante años, han estado tan sometidas al gaslighting que ya no pueden expresarse de una manera que sientan auténtica.
Ellas dicen: “Lo siento”, antes de dar su opinión. En un mensaje de correo electrónico o de texto, ponen una cara sonriente al lado de una cuestión grave o preocupación, lo que reduce el impacto de tener que expresar sus verdaderos sentimientos.
Tu sabes como se ve: “Llegas tarde :)”
Estas son las mismas mujeres que permanecen en relaciones que no les pertenecen, que no siguen sus sueños, que renuncian a la clase de vida que quieren vivir.
Desde que me he embarcado en esta auto-exploración feminista en mi vida y en la vida de las mujeres que conozco, este concepto de la mujer como “loca” realmente ha surgido como un tema importante en la sociedad en general y una frustración igualmente importante para las mujeres con las que me he encontrado en mi vida.
Desde la forma en que las mujeres son retratadas en los reality shows, hasta como condicionamos a los niños y niñas a ver a las mujeres, hemos llegado a aceptar la idea de que las mujeres no están equilibradas, que son personas irracionales, especialmente en momentos de enojo y frustración.
Justo el otro día, en un vuelo desde San Francisco a Los Ángeles, una asistente de vuelo que me había reconocido por mis muchos viajes, me preguntó qué hacía para ganarme la vida. Cuando le dije que principalmente escribo sobre mujeres, ella inmediatamente se echó a reír y me preguntó: “Oh, ¿sobre lo locas que estamos?”.
Su reacción instintiva a mi trabajo me deprimió mucho. Aunque respondió en tono de broma, la pregunta, sin embargo hace visible un patrón de comentarios sexistas que viaja a través de todas las facetas de la sociedad sobre cómo los hombres vemos a las mujeres y que también afecta en gran medida a cómo las mujeres pueden verse a sí mismas.
En lo que a mí respecta, la epidemia de gaslighting es parte de la lucha contra los obstáculos por la desigualdad a los que las mujeres se enfrentan constantemente. Los actos de gaslighting les roban su herramienta más poderosa: su voz. Es algo que le hacemos a las mujeres todos los días, de muchas maneras diferentes.
No creo que la idea de que las mujeres estén “locas” se base en ningún tipo de conspiración. Más bien creo que está relacionado con el lento y constante machaque diario con el que minamos y rechazamos a las mujeres. Y el gaslighting es una de los muchas razones por las que nos enfrentamos a esta construcción pública de la mujer como “loca”.
Reconozco que he sido culpable de hacer gaslighting con mis amigas en el pasado (pero nunca con mis amigos, sorpresa, sorpresa). Es una vergüenza, pero me alegro de haberme dado cuenta que lo hice en alguna ocasión y haberle puesto fin.
Aunque asumo la responsabilidad total de mis acciones, creo que yo, junto con muchos hombres, soy un subproducto de nuestro condicionamiento. Se trata de que la comprensión de nuestro condicionamiento nos lleve a admitir la culpa y exponer nuestras emociones.
Habiendonos sentido incapaces de expresar emociones en nuestra juventud y primera madurez, muchos de nosotros permanecemos firmes en nuestro rechazo a lamentar cuando vemos que alguien sufre por nuestras acciones.
Cuando estaba escribiendo este artículo, me acordé de una de mis citas favoritas de Gloria Steinem, “El primer problema para todos nosotros, hombres y mujeres, no es aprender, sino desaprender”.
Así que para muchos de nosotros, lo primero es desaprender cómo parpadean esas luces de gas y aprender a reconocer y comprender los sentimientos, opiniones y posiciones de las mujeres en nuestras vidas.
Pero al final ¿no tendrá que ver el gaslighting con el hecho de que estamos condicionados a creer que las opiniones de las mujeres no tienen tanto peso como las nuestras? ¿Que lo que las mujeres tienen que decir, lo que sienten, no es tan legítimo?
Traducido y adaptado de:
Yashar Ali, escritor, Los Ángeles
thecurrentconscience.com 

martes, julio 03, 2012

El capital erótico.

De la misma manera que cada persona tiene un capital emocional e intelectual, está presente el llamado capital erótico. La definición es de una socióloga inglesa, Catherine Hakim (http://www.catherinehakim.org), que no reniega del maquillaje, sino que todo lo contrario, resalta esa y otras herramientas como fundamentales para hombres y mujeres. “La teoría sociológica y económica, han sido ciegos a la importancia del capital erótico, a pesar de su importancia palpable en todos los las esferas de la vida social”, explica.

Pero acá no se trata de esa “belleza” tradicional o medirse según las normas de cada momento. La belleza es fría, dice Hakim. Y claro, todo corresponde a medidas perfectas, equilibrio, casi reglas matemáticas, en las cuales sólo algunos calzan. ¿Y el resto? No está todo perdido, ya que el capital erótico se relaciona más bien con el atractivo, con esas características y actitud que hace a muchas personas más interesantes que muchas bellas o bellos. Rasgos y sellos propios que cada persona debería aprovechar y hacer relucir.

Pensando en las mujeres creo que muchas veces está el dilema de enfrentarse al boicot de algunas manifestaciones de la sociedad machista. En todas partes se muestran a las mujeres sus atributos y sensualidad, especialmente en el mercado y la publicidad. Pero son mujeres en un molde, casi que todas deben ser iguales. Pero además, en la vida corriente una mujer que muestre "más de la cuenta", no será bien mirada, o mejor dicho será mirada en exceso por hombres y mujeres, bajo la lupa del prejuicio. Fácil, frívola… (Agregue la que se le venga a la cabeza).

¿Qué tiene de malo? Nada. Sin embargo, en la mente de muchas mujeres existe una pequeña voz castradora que la limita a vestirse, caminar y ser sensual como ella desearía. Creo que es esa misma voz la que se manifiesta cuando se critica a otra mujer. Que muy apretada. Que mucho color. Que demasiado accesorios. Que tiene guata para usar eso. Uff! Es ahí cuando ese deseo frustrado se manifiesta y habla sin piedad. Porque si se piensa, cada persona tiene el derecho de vestirse como desee y no debería molestarnos, pero muchas veces se siente como un ataque, una agresión a esa parte que se mantiene escondida y que encuentra en el prejuicio espacio para manifestarse.

Vean una entrevista que en el diario español La Vanguardia donde Catherine Hakim explica un poco más sobre esto. Y creo que sería bueno practicar la libre expresión de cómo deseamos ser, junto con una gran cuota de solidaridad de género, para dejar que ese capital sea libre de expresarse. Hace poco me pasó ver a una mujer cerca de los cincuenta, que vestía unos pantalones verdes un poco tranparentes, yo caminaba detrás de ella y me fijé en que se dejaba ver su calzón, pequeño y negro. Mi primera impresión fue decir, "ay, se le ve el calzón", pero después pensé ¿Y qué tiene? Nada. No tiene nada que una mujer a los cincuenta se sienta sensual y quiera provocar. Es la eterna pelea entre ser Luna (madre) o ser (Venus) que se da todos los días.

Publicado por Paulina Sepúlveda G.